Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda
Actualizado: 22 abr 2021

Pensaba publicar una reseña sobre otro libro, pero el reciente y triste fallecimiento del chileno Luis Sepúlveda me obliga a traer hoy Un viejo que leía novelas de amor, novela que escribió en 1989. Además, da la casualidad de que la releí hace poco, así que lo tengo todo bien fresquito en la memoria. (Advertencia: abandone toda esperanza quien pretenda encontrar en este libro una historia de amor, al menos de amor romántico. La novela tiene poco que ver con eso, pero sí es una historia intensa y cruda, como a mí me gustan). La trama está ambientada en Ecuador, en un minúsculo poblado llamado El Idilio perdido en las profundidades de la selva amazónica, a orillas del río Nangaritza. El protagonista es Antonio José Bolívar Proaño (el autor lo llama por el nombre completo a lo largo de toda la novela), un viejo campesino que emigró con su esposa, siendo los dos muy jóvenes, desde la región de las montañas ecuatorianas hasta El Idilio, con la esperanza de conseguir un pequeño lote de tierras que el gobierno prometía a los campesinos para colonizar aquella región salvaje habitada por los indígenas Shuar, los famosos jíbaros reductores de cabezas (que no les gusta que les llamen jíbaros). La movida es que la pareja las pasa canutas porque la tierra y el clima de lluvias torrenciales no son propicios para el cultivo, la choza en la que viven es una mierda, y no reciben la ayuda técnica que les prometió el gobierno. La mujer de Antonio José Bolívar Proaño enferma y acaba muriendo y él, todo deprimido y en la miseria absoluta, se va a vivir al interior de la jungla, donde es acogido a regañadientes por los Shuar, de quienes aprende a respetar la naturaleza y a sobrevivir en un entorno hostil. Allí pasa unos años, un poco a lo Bailando con lobos pero en la selva, pero los Shuar lo acaban expulsando por no dar la talla en un tema de honor mazo importante para ellos. Nuestro prota vuelve a El Idilio y se dedica a envejecer plácidamente en soledad, leyendo en su cabaña las novelas de amor que le lleva el dentista Rubicundo Loachamín, quien visita el poblado dos veces al año para sacar las muelas pochas de los colonos, la mayoría de ellos pobres y analfabetos. Al prota le gustan mucho esas novelas de amor, sobre todo si hay mucho sufrimiento en ellas; de ahí el título del libro. Los colonos de El Idilio, los buscadores de oro y los aventureros gringos que van por la zona cazando y haciendo turismo idiota, consideran todos a Antonio José Bolívar Proaño una especie de salvaje asilvestrado (lo es), pero le respetan por sabe un montón de la selva y también sabe leer (más o menos). El único representante del gobierno en El Idilio es el alcalde, que es odiado por todo el pueblo y gana siempre las elecciones locales de manera fraudulenta. Se lleva fatal con el prota pero se medio respetan y guardan las distancias, hasta que un día aparece el cadáver destrozado de un cazador extranjero. Resulta que el muy imbécil había matado y cortado las pieles a los cachorros de una tigrilla (un jaguar) y ésta, sedienta de sangre humana, comienza a atacar también a los colonos de El Idilio. Es entonces cuando el alcalde organiza una cacería y chantajea a Antonio José Bolívar Proaño para que se sume como guía a la expedición. El resto, que es muy épico, os lo leéis. La narración de la novela no es lineal y va alternando la acción principal, que es la historia de la cacería de la tigrilla, con los recuerdos del protagonista. En cuanto al mensaje, es obvio el compromiso del autor con la defensa de la naturaleza. La novela es una crítica a la depredación del medio natural, pero también a la autoridad y al abuso de poder del mundo civilizado. Y sin embargo, no es una historia maniquea, y esto es lo que más me gusta. No idealiza la naturaleza ni al "buen salvaje". Los Shuar son presentados también como gente chunga que jamás llega a aceptar del todo al forastero, que tienen costumbres represivas y que nunca se besan, algo que añora el prota. La naturaleza, la selva, es hostil y peligrosa, no un picnic de cuquismo y armonía. Del lado de la civilización, no todo es explotación o ansia de poder. Los colonos son personas pobres y honradas que tratan de ganarse la vida. El dentista y los libros representan el conocimiento. Y el propio Antonio José Bolívar Proaño es un cruce entre esos dos mundos, y un extranjero para ambos.
Como referencia os dejo el trailer de la película homónima, una coproducción rodada en 2000 y que cuenta con la actuación de Richard Dreyfuss, Hugo Weaving y un pequeño papel secundario para Willy Toledo. La película es bastante fiel al libro, aunque cae en la insoportable manía de cierto cine de cambiar parte de la historia para agradar las emociones del público. El libro no es tan condescendiente y se agradece. De todas formas, es una muy buena peli. Vedla.
También os dejo una muestra de danza Shuar para ambientar con un poco de música y conocer algo de arte indígena de la Amazonia, que no todo va a ser heavy metal en este blog.