Momo, de Michael Ende
Actualizado: 22 abr 2021

Lo que comentaré hoy es un libro infantil. Pero un libro infantil que, en realidad, va dirigido a un público más bien adulto. Y es que, por experiencia, puedo afirmar que, cuando lo lees de niño, te gusta mucho, por la fantasía, la aventura y todo ese rollo pero, cuando lo vuelves a leer de adulto, te cruje por dentro y hace que te replantees qué cojones estás haciendo con tu vida.
Publicada en 1973, Momo es una novela infantil del alemán Michael Ende, también autor de La historia interminable. Parece que Ende no era muy fan del capitalismo ni del consumismo, y se propuso concienciar a la peña en favor de un mundo más consciente, solidario y auténtico desde la más tierna infancia. Era un estratega el tío.
Pero vamos al turrón: Momo es una niña huérfana que aparece un día, de repente, en las ruinas de un anfiteatro, a las afueras de una ciudad italiana, aunque no se especifica cuál. La niña está descalza, vestida con una falda harapienta y un viejo chaquetón de hombre que le queda grande, y los vecinos del barrio, gente sencilla y de clase trabajadora, enseguida se interesan por ella y le acomodan un hueco en el anfiteatro para que pueda quedarse a vivir allí y las autoridades no la devuelvan al orfanato del que escapó. Pronto todos se encariñan con Momo y se dan cuenta de que tiene una cualidad muy especial: sabe escuchar. Pero escuchar de verdad, con interés del bueno, hasta el punto de resolver peleas y hacer que a la gente se le ocurran ideas brillantes. Así, solo escuchando, sin decir ni hacer nada.
Así que Momo se lleva muy bien con todos, especialmente con los niños, pero sus dos mejores amigos son dos personajes muy particulares: uno es Beppo Barrendero, un hombre ya viejo que trabaja de barrendero, como su propio nombre indica, y que es extremadamente lento, ya sea barriendo, hablando o pensando; es tan lento para todo que el resto de los vecinos piensan que está loco. El otro es Gigi Cicerone, un joven alegre, charlatán, fantasioso y un poco vago, que vive de contarle historias inventadas sobre el anfiteatro a los pocos visitantes que llegan a esa parte de la ciudad.
Y así transcurre la vida de Momo, feliz entre sus amigos y sus juegos, hasta que un día aparecen en la ciudad los hombres grises; unos misteriosos sujetos completamente vestidos de gris, con bombín, maletín y cigarro en la boca, que recorren las calles contabilizando el tiempo de las personas y presionándolas para que lo aprovechen mejor. Les dicen que deben reducir o eliminar actividades superfluas para que puedan dedicar el escaso tiempo que les queda a aquello que ambicionan (o, más bien, a aquello que los hombres grises les dicen que deben ambicionar... os suena, ¿verdad?). De esta manera los hombres grises se apropian del tiempo de las personas y lo van almacenando en un banco. Poco a poco, todos los habitantes de la ciudad comienzan a acelerar su existencia, disminuyendo las horas de ocio y de contacto humano, y quejándose de que nunca tienen tiempo.
Pero cuando uno de los hombres grises se encuentra con Momo, ésta, como sabe escuchar y nunca tiene prisa, descubre los planes de los misteriosos visitantes, quienes rápidamente comienzan a buscarla por todas partes para detener la amenaza que la niña representa para ellos. Sin embargo, Momo consigue esquivarlos con la ayuda de la Casiopea, una pequeña tortuga que se comunica con ella por medio de mensajes en su caparazón, y que se desplaza muy rápido a pesar de caminar muy lentamente. Casiopea conduce a Momo hasta la casa de Ninguna Parte, en la calle de Jamás, donde habita el Maestro Hora, el encargado de administrar el tiempo de los seres humanos. Allí, el maestro le explica a Momo de qué va realmente toda la movida del tiempo, y qué es lo que tiene que hacer para derrotar a los hombres grises y devolverle el tiempo a sus amigos. Y, bueno, si tú también quieres enterarte de todo eso, te tendrás que leer el libro, como siempre.
Momo, la novela, es una crítica descarnada de lo que hacemos con nuestro bien más preciado, el tiempo. Fenómenos muy actuales y cada vez más presentes en nuestras vidas como el síndrome del "burn-out", la vida acelerada, la multitarea, el atender a las mil y un notificaciones de las redes sociales, especialmente diseñadas para captar nuestra atención, la deriva superficial de las relaciones afectivas de todo tipo, etc., no son sino formas nuevas de algo, en realidad, muy viejo y de lo que Michael Ende ya era muy consciente en los años 70 del siglo pasado: la lógica empresarial llevada progresivamente a todos los ámbitos de la vida. En Momo se muestra muy bien el absurdo que supone ahorrar tiempo como un fin en sí mismo para ir cargándose de más tareas y volver a estar sediento de tiempo una vez más, en un círculo vicioso que no tiene fin. El resultado es la pérdida del goce, pero también de la concentración, de las relaciones humanas significativas y de la capacidad de perspectiva, de darle un sentido a la existencia; todas esas cosas requieren, precisamente, de tiempo y de calma. La moraleja: cuanto más te aceleras y más tiempo pretendes ahorrar, más tiempo de vida malgastas. Creo que como mejor viene representada la paradoja del tiempo en la novela es a través de la tortuga Casiopea quien, cuanto más despacio camina, más deprisa avanza. Justo lo contrario que los hombres grises, quienes corren frenéticos tras ella sin poder alcanzarla jamás.
En cuanto a referencias audiovisuales... hay una película alemana rodada en 1986, pero no os la recomiendo nada. En mi opinión, ha envejecido fatal. Todo lo contrario que el libro, que es más actual que nunca. Leed el libro, please.
