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El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad

Actualizado: 22 abr 2021


Un año tan chungo como 2020 merece un cierre chungo, así que vamos a comentar hoy El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, una novelita corta, pero hardcore, sobre los extremos a los que puede llegar la locura humana.


Publicada en 1899, la novela se inspira en la propia experiencia como marino del autor, que viajó, entre otros muchos sitios, hasta las colonias de Bélgica en el río Congo, encontrándose allí con las consecuencias de una administración colonial brutal.


Pero vayamos primero a ver en qué consiste la historia. Un marino inglés desconocido, narra como, a su vez, otro marino llamado Charles Marlow se pone a contarle al resto de compañeros del barco en el que navegan un viaje que hizo años atrás al continente africano. A partir de ahí, toda la historia la narra el propio Marlow en primera persona.


Cuenta que se enroló siendo muy joven, por puro deseo de aventuras, en un viaje hacia las explotaciones de la compañía belga SGB (Société Générale de Belgique), que administraba la región del Congo en aquella época. Por poner un poco de contexto histórico, toda la región era entonces una colonia que ocupaba más o menos lo que hoy es la República Democrática del Congo. No fue hasta 1908 que se convirtió oficialmente en colonia del Reino de Bélgica, pues antes de esa fecha, y en la época en que Marlow viaja allí, aquellas tierras, si bien administradas por la SGB, eran en realidad propiedad privada del rey belga Leopoldo II, que trataba la colonia como si fuera su granja particular y a los nativos como sus pollos, cometiendo contra ellos todo tipo de atrocidades (quema de poblados, trabajos forzados, mutilaciones, etc.). Esto, unido a las enfermedades que llevaron allí consigo los misioneros europeos, diezmó a la población nativa provocando uno de los genocidios más brutales y desconocidos de la historia. Y, aunque a día de hoy se sigue debatiendo si aquellos sucesos encajan en la definición legal de genocidio, la cosa ya era chunga para los estándares morales de la época, puesto que fue la presión internacional la que forzó a Leopoldo II a ceder la administración de la colonia al Estado belga, para que parase ya tanta salvajada. Como decía, esto fue en 1908. Brutalidades aparte, el río Congo, que es donde se desarrolla la acción de la novela, es uno de los ríos más largos del mundo (el noveno para ser exactos), atraviesa la segunda selva más grande (después de la selva del Amazonas), es el segundo río más caudaloso (también después del Amazonas) y el más profundo de todos (aquí no le gana nadie). Su curso fluvial es navegable en muchos de sus tramos y, tanto en la época de la que estamos hablando como hoy día, es bastante peligroso.


Así que ya nos podemos hacer una idea de como era el lugar escogido por Marlow para irse de excursión. Si bien él no era muy consciente de nada de esto, y solo quería viajar y tener aventuras, el caso es que llega allí alegremente y lo que se encuentra es, por un lado, una naturaleza salvaje y peligrosa, y, por otro, las draconianas condiciones de trabajo a las que la compañía belga somete a la población nativa en las minas y distintas explotaciones, donde los trabajadores mueren de puro agotamiento.


Nada más llegar, nuestro protagonista recibe el encargo de remontar el río arriba, pasando de una estación de la compañía a otra. Al principio tiene que recorrer por tierra largas distancias a pie, acompañado de trabajadores nativos, misioneros y miembros de la compañía, pero acaba llegando a una estación en la parte navegable del río, donde se reciben por vía fluvial los cargamentos de marfil que llegan desde el interior de la región. Allí, el jefe de la estación le habla a Marlow de un tal Kurtz, uno de los peces gordos de la compañía, y de las sorprendentes cantidades de marfil que este envía desde río arriba hacia la estación. El problema, le dice, es que han perdido contacto con Kurtz, del que solo reciben las embarcaciones con cargamentos, pero no saben nada de él ni de sus métodos, y claro, algunos jerifaltes le tienen envidia y se lo quieren quitar de en medio.


Total, que a Marlow le encaloman el marron de organizar una expedición para remontar el río y ver qué cojones pasa con ese tal Kurtz. Así que se queda unas semanas en la estación fluvial, reparando un pequeño barco de vapor estropeado y conociendo de primera mano la corrupción de la compañía, el trato a los nativos y la falta de adaptación de los misioneros al ambiente hasta que, finalmente, Marlow consigue reparar la embarcación y se pone en marcha con una tripulación de peregrinos, empleados de la compañía, incluyendo al propio jefe de la estación, y trabajadores nativos. Surcan el Congo envueltos en una atmósfera de constante peligro y oscuridad, rodeados de la naturaleza salvaje, entorpecidos por las constantes averías del barco, las enfermedades, el hambre, la comida podrida y los ataques de los indígenas que los vigilan desde la ribera, además de alguna que otra sorpresa inesperada que no voy a desvelar. El caso es que cuando, por fin, llegan a su destino, a la estación controlada por Kurtz desde la que se envían los enormes cargamentos de marfil, lo que encuentran Marlow y su tripulación es un delirio absoluto que los deja flipando. Pero, si queréis saber de qué se trata, tendréis que leer la novela.


Como decía al principio, es una novela corta, y las implicaciones filosóficas y morales son bastante obvias. Es, además de una descarnada denuncia del colonialismo europeo de finales del siglo XIX, una reflexión sobre la barbarie y la locura en la que pueden desembocar la ambición desmedida y los sueños de grandeza personal. Es un viaje al lado más oscuro, irracional e inmoral de la naturaleza humana. De ahí el título de la novela. Para mí, lo mejor de la historia es el propio Marlow, que ejerce de contrapunto racional y humano a una ambientación cargada de oscuridad, peligro, locura y muerte. Por último, un dato curioso es que en ningún momento se menciona en la novela las palabras Congo, Leopoldo II, SGB o Bélgica, pero es obvio que está hablando de todo ello.


En cuanto a referencias culturales, El corazón de las tinieblas es la novela en la que se inspiró la mítica película Apocalypse Now, dirigida por Coppola en 1979. Sin embargo hay diferencias notables con la novela: en la película la trama se desarrolla en la Guerra de Vietnam, el ambiente es por tanto bélico, los personajes militares, y la resolución de la historia es completamente distinta a la del libro. También hay otra película de 1990 titulada El corazón de las tinieblas y que pretende sujetarse más a la historia original, pero no tiene tan buenas críticas.


Por último, desde el rock y el heavy metal se han hecho varias canciones inspiradas en esta historia, pero casi todas están más basadas en la película de Apocalypse Now que en la novela de Conrad. Así que os dejo con Heart of Darkness, de Rob Halford, incluida en el album Crucible de 2002. Su letra es más ambigua y puede referirse tanto a la novela como a la película.


Buena lectura y feliz año a todos.


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